jueves, 2 de junio de 2016

La educación, el lenguaje y la memoria: la clave para el conflicto

El artículo nos recibe con una cifra que se debe tener presente en el día a día, independientemente de la profesión, raza, religión, estrato al que se pertenezca. Sólo por el hecho de ser colombianos, de que nuestras madres nos hayan parido en esta porción de tierra en el mundo, tenemos que ser conscientes de que el 15% de la población colombiana -es decir, algo más de 7 millones de personas- ha sufrido el impacto de la violencia, del incesante conflicto armado colombiano. 
Pero las cifras ya no nos mueven, los colombianos hemos desarrollado -no sé si por fortuna- una especie de blindaje emocional frente a las cifras de muertes, violaciones, atentados. Lo triste es que las cifras de dinero siempre nos van a ser muy llamativas. Un número grande de las víctimas del conflicto debió abandonar sus tierras, pues porque no tenían otra opción lógica que afrontar, o se iban o ponían a rodar sus cabezas, o en el mejor de los casos los secuestraban y los hacían parte del grupo subversivo que fuese. 
A este grupo de víctimas, que fueron despojados de sus tierras y que conociendo el realismo mágico que abunda en este país, también es posible que le hayan asesinado a un pariente. La reparación no es fácil, ni de plantear ni de ejecutar. Se debe entablar una terapia psicosocial con el fin de ayudar a las víctimas a realizar el duelo por el pariente perdido, se debe ayudar a las víctimas a volver a vivir sin miedo, y más allá de la reparación psicológica, debe efectuarse un plan posteriormente de repartición de tierras, pues esto es parecido de cierto modo a la conquista que ya vivimos; llegaron unos señores y arrasaron con quien se les ponía en frente, con quien pensara diferente. Estas víctimas tenían una vida apacible, sin excesos claro está, pero vivían tranquilos. Que dolor da ponerse en las alpargatas de estos campesinos unos minutos, despojados de sus bienes, violentados, asesinados, y lo más triste es preguntarse ¿qué tienen que ver?
Como estudiantes de psicología, sugerimos que el trabajo con las víctimas se oriente a acompañar, desencadenar y coadyuvar en su proceso de subjetivación buscando de esta forma la exigencia de futuro frente al hecho de victimización y establecerse como actores responsables de su devenir, como bien lo señalaba Castro (2002). Y aquí recordamos a Wittgenstein, pues del lenguaje que utilicemos será así nuestro mundo. Si nos enfocamos en recalcar y pasar el bisturí por la cicatriz del sujeto llamándolo víctima -y todos los mundos que esa palabra suscita en ellos- la reparación tomará más tiempo de lo normal y será más complejo tanto para el sujeto cómo para el psicólogo.  Tenemos que sacarles de la mente esa idea de inferioridad, de afectado. Evidentemente bajo un marco de escucha, acompañamiento, apoyo. No se debe llegar de inmediato a decirle al sujeto que deje de pensar como víctima, que se pare y siga a adelante, no tendría sentido. Lo que se está llevando a cabo con Las FARC en la Habana, es contraproducente para todos aquellos que intentan y están intentando reparar a las víctimas y no sólo eso, es inadmisible que los integrantes del grupo guerrillero salgan de la selva a recibir un sueldo, sueldo mucho mayor del que reciben las víctimas. No puedo hacer el intento de ponerme en los zapatos de las víctimas y pensar cómo se siente que los guerrilleros que los despojaron de su vida, su contexto, su tranquilidad, saldrán ahora de la selva a recibir un sueldo de $1’800.000, mucho más de lo que gana un profesor en una escuela, o de lo que gana un celador. 
Si acuñamos la postura de Levinás frente a lo que fue y lo que ha sido el desarrollo psicológico y social de las víctimas del conflicto armado, él tendría en primer lugar muy presente lo que es la historia. Es decir, a nosotros los colombianos nos tocó ser conquistados, torturados por creer en otros dogmas, entonces para él sería injustificable que un grupo subversivo se alzara en armas contra su mismo pueblo, llegando a desplazarlos, matarlos, con el fin de infundir miedo. Levinás plantea como parte esencial el reconocimiento del “yo” en el otro, para poder establecer relaciones libres de conflicto; es claro que no hubo empatía, no hubo reconocimiento, a la hora de librar tales actos inhumanos. No hay capacidad de entender la alteridad, en donde yo me reconozco en el Otro, en su Rostro. Esas dos categorías le sirven a Levinás para poder plantear ese problema ético, su preocupación sobre lo que sucede en las relaciones humanas. Él se pregunta si a través del Rostro de Otro, puede reconocerse así mismo, y lo ve cómo una posibilidad ética, porque es a través de la mirada donde se encuentra el otro. El Rostro es la puerta, la entrada por donde el Otro distinto a mí se me presenta; el Yo realmente se construye con el Otro, para poder entender quién soy, necesito de Otro. Todo esto es una responsabilidad desinteresada, el Otro no es un medio para que yo me reconozca, sino por lo contrario, el Otro es mi fin. 
Por otro lado, vemos que en el texto elaborado por Yamilena, se presenta un estudio cualitativo de la perspectiva que tienen niños de 7 a 10 años que estudian en un colegio acogido por la policía nacional. En este se les plantea una actividad a los niños en la cual dibujen lo que piensan y sienten respecto al conflicto armado. Al analizar los resultados se observa que los niños poseen un gran conocimiento sobre esta problemática que sigue latente en el país, sin embargo no hacen relación alguna con la política o dinámicas del poder de manera explícita. 
Una gran falencia que se ve dentro de la comprensión del conflicto armado de estos niños es que se rigen exclusivamente por lo que los medios de comunicación masivos han de exhibir sobre el conflicto, considerando como verdad cada hecho presentado en noticieros y/o programas de información. Como lo plantea Parra (2010) Las escenas crudas y realistas con que los niños(as) representan el conflicto armado, dan testimonio de la información que reciben, principalmente a través de los medios masivos de comunicación (noticieros, cine, series de televisión, prensa, en- tre otros), los cuales muestran muchas veces de manera sensacionalista, sesgada y parcializada los hechos violentos que configuran el conflicto armado. (p.785). Al igual se ve como los niños muestran una sensación de malestar y tristeza ante el conflicto pues tienden a asociarlo con muerte, violencia y demás calamidades que se han presenciado dentro de este. 
Por otro lado, se presenta la interpretación de los grupos beligerantes y las entidades gubernamentales que participan de este conflicto, donde los policías y soldados han de ser catalogados como “los buenos” y los grupos beligerantes como “los malos” donde se empieza a generar una postura que se inclina hacia uno de los actores del conflicto el cual con los medios de información promueven dicha perspectiva.
Tomando las teorías de Michel Foucault sobre las normas jurídicas y la verdad, vemos como los niños que estudian en este plantel auspiciado por una entidad de control del gobierno han de aferrarse a las normas ya establecidas sobre una verdad previamente moldeada por los intereses de gobernantes y actores políticos que pretenden manipular las dinámicas del poder y la acción de ejercerlo. De esta manera vemos como los niños que han de ser informados por medios de comunicación masivos de carácter privado han de poseer una fuente de información que acopla cada noticia y/o suceso dentro del conflicto con la finalidad de consolidar una postura ante el conflicto y sus dinámicas. Con ello se ve como el ente que patrocina el colegio donde estos niños han de fomentar las normas jurídicas ya establecidas que permiten la prevalencia de esta verdad estructurada la cual pretende desvalorizar otros puntos de vista y versiones de sucesos dentro de esta disputa armada.
Ahora bien, al haber visto la perspectiva que nos presenta Manuel Moreno con María Diaz, y la que plantea Yamilena Parra, siendo analizadas desde la postura de Wittgenstein y Foucault, encontramos que la educación ha de ser fundamental para entender el conflicto armado y el desarrollo psicosocial de las víctimas donde se enseñe otros puntos de vista y se conozca los principales afectados de esta situación  al igual replantear y reformular el lenguaje que se usa ante el conflicto, donde empieza a converger con la ruptura de este blindaje emocional que se ha instaurado en la sociedad colombiana, de esta manera se puede ver como las normas jurídicas establecidas cambian y los entes regulatorios del estado empiezan a transformarse en pro el desarrollo social conjunto a la reparación de las víctimas y de todas las calamidades sociales causadas por el discurso sesgado sobre la verdad ante dicha problemática.
En conclusión, podemos ver que el desarrollo psicosocial en las víctimas del conflicto armado colombiano se ha codificado para vivir en el letargo que han transcurrido, en el cual se tiende a ignorar y marginar, sin embargo replanteado el lenguaje que se usa ante esta problemática y la construcción de la verdad y las normas jurídicas que sea completa e incluyente, promovida por los medios de comunicación sin prevención alguna, han de reivindicar las dinámicas sociales y psicológicas por las que vive una víctima, de esta manera logrará ser reparada y se garantizará la no repetición de todas las atrocidades vividas a lo largo de su vida en este conflicto que ha agobiado al país por más de medio siglo.

Referencias:
Díaz, M. & Moreno, M. ¿Cómo ha sido psicológico y social de las víctimas del conflicto armado colombiano? El Ágora, 16 (10), 193-213.


Villa, Y. P. (2011). Representación social del conflicto armado colombiano en niños y niñas de un colegio adscrito a la Policía Nacional. Universitas Psychologica, 10(3), 775-788.

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